Frente al relato imperialista, los intereses de los pueblos
Los acontecimientos políticos de Palestina han convulsionado el sistema de dominación y amenaza con poner en pie a los pueblos del mundo. No es solo uno de los problemas regionales más enquistados de la geopolítica internacional, sino uno de los más importantes de la crisis mundial, que afecta a las formas y contenidos de la dominación del decadente imperialismo norteamericano.
Después de muchos meses de bloqueo por parte de Estados Unidos y de sus aliados de la OTAN, la ONU ha aprobado una resolución de “Alto el Fuego” inmediato, decidido por los miembros no permanentes del Consejo de Seguridad. La iniciativa fue tomada por Argelia; y Estados Unidos, que en tres ocasiones anteriores ya se opuso, esta vez se abstuvo, poniendo de manifiesto la existencia de diferencias entre el gobierno de Netanyahu y el gobierno y la diplomacia norteamericana, temerosos de que la mancha genocida, reconocida internacionalmente, les manche de forma definitiva, condicionando sus próximas elecciones presidenciales. La resolución aprobada pide el alto el fuego durante el mes del Ramadán, “respetado por todas las partes, que conduzca a un alto el fuego sostenible duradero: “alto el fuego, que exige la devolución de 130 rehenes secuestrados en Israel y retenidos en Gaza, y hace hincapié en la urgente necesidad de permitir que la ayuda humanitaria llegue a la población hambrienta, y la exigencia de que las partes cumplan con sus obligaciones conforme al derecho internacional en relación con todas las personas detenidas”.
Este acuerdo ha sido aprobado por 14 votos a favor en el Consejo de Seguridad, y la significativa abstención de los EE UU. Resolución que es parte del derecho internacional y tiene carácter vinculante para todos los Estados miembros de la ONU, y llega seis meses después de iniciado el conflicto. Recordemos que los EEUU ha impedido con su veto hasta tres resoluciones anteriores de alto el fuego. China y Rusia se negaron a aprobar una penúltima propuesta norteamericana, que condenaba expresamente a Hamás, ocultando el fondo de la cuestión que es el genocidio sionista.
Sin embargo, el gobierno profascista del Estado de Israel ha continuado sus ataques a la población indefensa, así como el bloqueo alimentario: miles de camiones está en la frontera sin que el ejército israelí les permita entrar. Y con todo ello, los medios de propaganda sionista critican la decisión de la ONU y la abstención norteamericana en la resolución de alto el fuego, denunciando el hecho como “un claro retroceso de la posición consistente de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad desde el comienzo de la guerra”. El alto el fuego debe ser el punto de partida de una nueva situación que impida la política de “castigos colectivos”, propios de los métodos de la ocupación nazi, ejecutados en diversos países de Europa durante la Segunda Guerra Mundial, imitados ahora por los sionistas. Acabando también con el acoso a los campamentos de refugiados, que impide la llegada alimentos y medicinas, y destruyen escuelas y hospitales.
La creación del Estado de Israel se ha venido a justificar hasta nuestros días, histórica y políticamente, por los poderes de Inglaterra y Francia -y posteriormente por los EEUU- y por todas las potencias ganadoras de la Segunda Guerra Mundial, como si dicha creación hubiera sido voluntad de los supervivientes de las masacres nazis y fascistas, perpetradas -entre otros- contra el pueblo judío. El sionismo se establece sobre el mito de “una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”. Por eso, se proyecta un Estado basado en criterios étnicos y religiosos, que representa la política imperialista en Oriente Próximo. De ello se encargaron las grandes potencias ganadoras de la Segunda Guerra Mundial, apoyando el movimiento sionista, buscando identificar el sionismo y el Estado de Israel con el pueblo judío. Y la primera consecuencia de dicho mito ha sido la expulsión violenta y armada, el terrorismo contra el pueblo que habitaba el territorio, que ahora se ocupa. Un Estado constituido en nuevo factor de dominación imperialista que buscaba la alianza con las burguesías de la zona y con los señores feudales vinculados a la reacción.
Todos los Estados que parten del reconocimiento del Estado de Israel, con fórmulas diferentes, no buscan sino convertir las tierras palestinas en tierras ocupadas, y reducir la población palestina a campamentos de refugiados, a un verdadero campo de concentración. Por ello, y en primer lugar, se trata de imponer un falso relato, el de todos aquellos que hablan en nombre del pueblo palestino para obligarle a renunciar a sus derechos democráticos y nacionales, y reconocer sin más la supuesta legitimidad democrática del Estado de Israel, sus políticas coloniales y de “seguridad”.
Con dicha exigencia de partida, el sionismo y el imperialismo niegan la existencia misma del pueblo palestino, para así tratar de erradicarlo definitivamente de su tierra y de su misma historia milenaria. Sobre todo, cuando la historia del pueblo palestino, desde la ocupación colonial, está repleta de expolios, matanzas, exilios…, un verdadero genocidio continuado en el tiempo.
Frente al relato imperialista hay que hacer valer los intereses de los pueblos, y eso no es diferente para el pueblo palestino, cuyo objetivo no puede ser otro que la victoria por largo y duro que puede ser el camino, victoria que solo puede ser realizada por ellos mismos; entendida como demanda democrática y revolucionaria que se concreta en la exigencia de Asamblea Constituyente, República Palestina Libre y Laica: levantada sobre la igualdad de derechos de todos los ciudadanos, ya sean cristianos, judíos o musulmanes. Y este es el contenido de la victoria política que se reclama “desde el río hasta el mar”, la de una república constituyente cuya forma y contenido podrán determinar los mismos pueblos en el ejercicio de su soberanía.
No menos importante es la dimensión internacional de la cuestión palestina. En nuestros días, el Estado de Israel se confunde con una prolongación de los Estados Unidos en Oriente Próximo. De EE UU depende la guerra o la paz. El grito de ¡abajo el genocidio contra el pueblo palestino! ha ganado el relato político en cada país frente a los gobiernos que encubren la guerra, ha arrinconado al sionismo y debilitado al imperialismo. Por ello, hay que multiplicar la movilización y la reorganización contra la guerra levantando las banderas palestinas, exigiendo la ruptura de relaciones con el Estado de Israel; conscientes de que el nudo de la cuestión es que el Estado de Israel es una de las piedras angulares de la opresión imperialista de los pueblos de Oriente Próximo, y que su quiebra no puede sino redundar en beneficio de los objetivos emancipadores de los pueblos de la zona, y del conjunto de la humanidad.