La experiencia histórica del exilio republicano español desmiente la política contra el derecho internacional de asilo, refugio y libre tránsito
Espacioindependiente nº 261, jueves 28 de junio, 2018
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El Tribunal Supremo de los EEUU se ha dividido para avalar la decisión de Trump del pasado mes de enero para vetar durante 120 días la entrada de ciudadanos de seis países sometidos a la guerra como Irak, Libia, Somalia, Sudán, Siria y Yemen, junto con Irán, país que sufre el cerco económico y militar de la principal potencia del mundo. En el caso de los refugiados procedentes de Siria el veto es de carácter indefinido. Una pieza más de la política migratoria puesta en boga por el multimillonario neoyorkino, tendente a criminalizar a más de 100 millones de personas que sufren en primera línea las condiciones de la guerra imperialista impuesta por el negocio criminal de las grandes potencias.
En Europa la excusa para la política contraria a los derechos humanos es la llamada “crisis migratoria”. Se pone en cuestión la integridad del sistema común de asilo, para acabar también con las ilusiones de la Europa sin fronteras. Nos devuelve a las peores políticas de discriminación y desigualdad, con el reforzamiento de las fronteras, decididos a multiplicar los campos de concentración para migrantes.
Se hablaba del siglo XX como el siglo de los refugiados, pero los inicios del siglo XXI, con la extensión de las guerras imperialistas de destrucción y las políticas de guerra económica y monetaria se superan todas las referencias históricas a las consecuencias humanitarias. Hay que recordar que fue la Alemania nazi la que, cuando aún era miembro de Sociedad de Naciones, se opuso a la conocida como Oficina Nansen, forma en la que en aquellos tiempos se prestaba asistencia internacional a los colectivos de refugiados. Hasta 1946, con la derrota del nazismo y del fascismo, no se vuelve a un sistema internacional de protección del asilo, que se refuerza con la Declaración Universal de 1948 y la Convención de Ginebra de 1951, con posteriores desarrollos.
Toda esa legislación está siendo violada por los Estados y las entidades internacionales de poder, como es el caso de la UE.
El marco histórico que permite la toma en consideración en la época moderna del derecho de asilo, como principio político democrático, es el de la revolución francesa y su Constitución de 1.793, que por primera vez proclamaba el derecho de asilo (liberado de sus connotaciones religiosas), para aquel extranjero “que fuese perseguido por causa de la libertad”. El artículo 10 de dicha Constitución decía: “dar asilo a los extranjeros expulsados de su patria por causa de la libertad, rechazando a los tiranos”.
La historia del exilio republicano español nos aporta elementos históricos y políticos que ayudan a la comprensión la denominada “crisis migratoria” de nuestros días. La derrota republicana española ante Hitler, Mussolini y Franco provocó un movimiento de exilio muy importante. La caída de Cataluña en el invierno de 1939 da lugar a una inmensa riada de población civil y de combatientes que inundó las carreteras en dirección a Francia, siendo constantemente bombardeada en su tránsito. La población huía de la masacre de las tropas fascistas, y ello pese a no tener responsabilidades políticas ni militares. El auxilio de más de medio millón de personas fue gestionado por el “Comité Internacional de Coordinación e Información por la ayuda a la España Republicana” (CICIAER), organismo impulsado por el mismo gobierno republicano. Los campos de concentración para una mayoría de mujeres y niños fueron la “ayuda” que el gobierno francés tenía preparada para los refugiados españoles. Desde América solo México, Chile y República Dominicana aceptaron recibir oficialmente a los republicanos españoles con todos los derechos de los nativos.
Las evacuaciones fueron financiadas con la solidaridad internacional, en particular por la sociedad civil Argentina. Y fueron decenas de barcos los que entre 1939 y 1040 cruzaron el Atlántico para encontrar tierra de paz para los republicanos españoles. Ese es el ejemplo de solidaridad internacional que no se puede olvidar.
Desde puertos del Mediterráneo comenzó, a partir de abril del 39, la huida también de barcos de refugiados con destino a Argelia y Marruecos. Los combatientes eran llevados a campos de trabajo; y las mujeres y los niños eran llevados a centros de albergue. La Portugal fascista detenía y devolvía a Franco a quienes huían por las fronteras de Extremadura y Andalucía. Cientos de miles de refugiados fueron tratados como esclavos por la administración francesa.
La experiencia de los republicanos españoles debe ponerse en valor para manifestar que su lucha, como la de los refugiados tras la Segunda Guerra Mundial, no fue en balde. Y las conquistas de ayer no pueden ser liquidadas en nuestros días.
Por ello, cuando las personas del barco “Aquarius” de Médicos sin Fronteras han sido llevadas al puerto de Valencia, después de haber sido recatados en pateras a la deriva en el Mediterráneo, la historia del derecho a refugio se reconecta en la cabeza de millones de personas que han conocido el balance del republicanismo español. Ese mismo fin de semana otras mil personas llegan a diferentes puertos de Andalucía, pero no son tratados como refugiados sino como migrantes “ilegales”. A unos se les encierra en CIES para ser expulsados a países donde no se respeta sus derechos, mientras a otros, en un gesto para la galería se les da un pequeño respiro. En realidad, todos ellos, unos y otros son refugiados de las guerras, de las muchas guerras económicas y militares abiertas por los amos del mundo en África y en Oriente Medio.
La UE, dividida sobre la política migratoria, no puede sostener políticas contrarias a los derechos formalmente reconocidos, como pretende en la próxima cumbre, para mantener acuerdos con terceros países financiando la represión y detención de las personas. Para eso gasta 1.800 millones, más del doble de lo que se estipula para la ayuda de los refugiados que por millones están a las puertas de las fronteras europeas.
Por todo ello es necesario acabar con una legislación represiva contraria al derecho de asilo, refugio y tránsito concentrada aquí en la misma Ley de Extranjería, a fin de que los migrantes extranjeros puedan solicitar refugio o asilo político, defendiendo el derecho de las personas a entrar en nuestro territorio, salir, viajar…, sin control policial permanente. Toda persona tiene derecho a buscar y recibir asilo y el reconocimiento de la condición de refugiado y el otorgamiento de asilo político de acuerdo con los tratados internacionales.
Estamos ante una verdadera crisis de solidaridad, que hay que revertir en la lucha contra las políticas de guerra de la UE y la OTAN, y en total oposición a las políticas de ajuste y deuda, de destrucción económica y social.